En el último
cuarto de siglo, la conciencia sobre los aspectos ambientales del desarrollo y
el concepto asociado de desarrollo sostenible han penetrado gradualmente en las
políticas públicas y en las prácticas económicas y sociales en América Latina. Esto
se refleja, en particular, en el desarrollo de instituciones, estrategias y
políticas gubernamentales para la protección del medio ambiente, así como en la
lenta penetración de conceptos de desarrollo sostenible en el sistema
educativo, en la cultura, en las demandas sociales y en las prácticas
empresariales. No obstante, un balance global de la situación de la región
muestra que estos desarrollos, aunque han logrado revertir algunos procesos de
deterioro han sido, hasta ahora, insuficientes para establecer patrones de
desarrollo ambientalmente sostenibles y, en casi todo el territorio, el balance
entre los procesos de deterioro y las transformaciones adecuadas siguen siendo
negativo. Más aún, los principios de protección ambiental siguen siendo
visualizados por gran parte de los sectores productivos y por no pocos
gubernamentales como una imposición externa que frena el desarrollo. Esto
genera una economía política en la cual los temas de sostenibilidad ambiental ocupan todavía un papel secundario.
En América Latina desde los
tiempos de la colonia española y portuguesa el desarrollo se ha basado en
aprovechar los recursos. La posición era utilitarista y materialista: se
apuntaba a aprovechar al máximo los recursos naturales. Bajo esas condiciones,
la posición dominante no incluía un componente ético referido a la Naturaleza;
no existía una "ética ambiental". En general el ambiente era apenas
concebido como una canasta de recursos a disposición de ser humano.
En los últimos treinta años ha
prevalecido esa estrategia utilitarista de aprovechamiento de los recursos
naturales, al amparo del impulso de muchos gobiernos y de la promoción activa
desde centros académicos y económicos, como el Fondo Monetario Internacional
(FMI) y de los bancos multilaterales de desarrollo. Ese camino ha implicado
fuertes cambios en la estructura y capacidades del Estado, mientras que
simultáneamente se enfatizó el sector productivo primario: las fases
industriales en algunos casos perdieron peso, y se expandió la extracción y
exportación de recursos naturales sin procesamiento, o con escaso procesamiento
(minería, hidrocarburos, agropecuaria, pesca, maderas, etc.).
UNESCO a
finales de la década de los sesenta realizó un esfuerzo por estudiar las formas
de incluir el tema ambiental como recurso educativo. Por lo cual solicitó a la
Oficina Internacional de Educación (OIE) un estudio comparativo sobre la manera
de abordar los temas del medio ambiente en la escuela, que pretendía detectar cuáles
eran las actividades educativas que se realizaban en los países. Esta
investigación mencionó en sus resultados la necesidad de abordar la temática
ambiental desde una perspectiva transversal, criterio que luego sería uno de
los principios de la EA. Sin embargo, y debido al contexto en el que se realiza
el estudio, considera a la EA como escolarizada, es decir, diseñada y ejecutada
desde las instituciones educativas (Novo, 1998).
El concepto
de EA toma fuerza en la “Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio
Ambiente”, Estocolmo 1972. A partir de esta reunión se destaca su importancia
en el cambio del modelo de desarrollo, asociado principalmente al “eco desarrollo”.
Se habla, además, de una EA escolarizada y no escolarizada que debe enfocar su
atención en los jóvenes, adultos y medios de comunicación, actores centrales de
la problemática ambiental.
Posteriormente, la UNESCO y el PNUMA crean el Programa Internacional de
Educación Ambiental (PIEA), el cual enfatiza el enfoque interdisciplinario, con
el fin de adquirir una visión compleja del medio ambiente, y la educación
ambiental en todos los niveles educativos, en formatos escolarizados y no
escolarizados.
Algunos
países latinoamericanos, en el Taller Subregional de Educación Ambiental,
Chosica 1975, señalaron la importancia y la necesidad del surgimiento de un
nuevo concepto de desarrollo, en el cual la EA pudiera contribuir en forma
destacada. Definieron a la EA “como la acción educativa permanente por la cual
la comunidad educativa tiende a la toma de conciencia de su realidad global,
del tipo de relaciones que los hombres establecen entre sí y con la naturaleza,
de los problemas derivados de dichas relaciones y sus causas profundas. Ella
desarrolla mediante una práctica que vincula al educando con la comunidad,
valores y actitudes que promueven un comportamiento dirigido hacia la transformación
superadora de esa realidad, tanto en sus aspectos naturales como sociales,
desarrollando en el educando las habilidades y aptitudes necesarias para dicha
transformación”
Más tarde, en
la Reunión de expertos en educación ambiental, Bogota 1976, se analizó desde un
punto de vista regional la “Carta de Belgrado”, y se enfatizan las
posibilidades que tiene la EA para actuar en la superación de la crisis
ambiental. Se señala que ella “es esencial de todo proceso de eco desarrollo y,
como tal, debe proveer a los individuos y comunidades destinatarias, de las
bases intelectuales, morales y técnicas, que les permitan percibir, comprender,
resolver eficazmente los problemas generados en el proceso de interacción
dinámica entre el medio ambiente natural y el creado por el hombre (ya sean sus
obras materiales o sus
estructuras sociales y culturales)”. Este encuentro marcó el punto de partida
regional del desarrollo de propuestas legislativas, institucionales, educativas
y de participación en EA.
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DESARROLLO SOSTENIBLE
DESARROLLO SOSTENIBLE
Ante los cambios en materia ambiental y la necesidad
de propender a un desarrollo que beneficiara a todos y abarcara todos los
ámbitos –ambientales, económicos y sociales-, se consideró necesario avanzar
desde la visión de “eco desarrollo” hasta la de “desarrollo sostenible”. Este
se definió, en el informe “Nuestro futuro común” que realizó la Comisión
Mundial del Medio Ambiente y del Desarrollo, como “aquel que satisface las
necesidades de la generación presente sin comprometer la capacidad de las
generaciones futuras para satisfacer las suyas propias”.
En el origen del concepto de desarrollo sostenible se encuentra la constatación de un mundo dividido entre la prosperidad de unos (el norte) y la gran pobreza, incluso la miseria, de una gran proporción de la población (el sur). Lo grave es que la prosperidad del norte se construyó en detrimento de los ecosistemas que constituyen la biosfera (recursos naturales, contaminación) y la degradación de la atmósfera y la perturbación del clima. Evidentemente esto no es sostenible y lo es menos aún si los países del sur siguieran el mismo camino de crecimiento y de desarrollo que aquellos del norte en los siglos anteriores.
América Latina comienza a crear espacios de
discusión y fortalecimiento de la EA en los “Congresos Iberoamericanos de
educación ambiental” que se han seguido realizando hasta el presente y que
movilizan a los educadores y dan la oportunidad de intercambio y discusión para
la actualización y reorientación de la EA. Esto ha permitido fortalecer las
iniciativas de la región con nuevos proyectos, con programas de formación de
especialistas, con proyectos de participación de la sociedad civil, con la
elaboración de agendas locales y nacionales.
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